Cultura
Sol Fransoi, en el camino de la interpretación
“Trabajo mucho con la poética de la canción y transmitir eso desde mi corazón”, afirmó la cantante y antropóloga de profesión.

Cuando hay tanto para contar, inevitablemente haya que caer en un lugar común: el principio. Y si de orígenes se trata, la familia está primero. En el caso de la protagonista de este artículo, hay que encontrar esos primeros indicios de su vínculo con la música en Amalia Beatriz Molina, su abuela.
La influencia de la abuela materna
“Mi vínculo con la música, en primer lugar, tengo que decir que es una influencia de mi abuela materna. Era una gran cantante de lo que yo recuerdo, tenía mucha técnica lírica”, destacó Sol Fransoi, en comunicación con @3200Cultura. “De niñas (dijo por ella y sus dos hermanas) nos causaba mucha curiosidad porque no contaba lo que nosotros escuchábamos (Christina Aguilera, Britney Spears)”.
Sobre su abuela (“de su padre biológico no sabemos mucho, lo único que era músico”, marcó) agregó: “cuando pasó el tiempo me di cuenta que era una persona muy formada, que tenía una técnica lírica muy bien pulida. Había formado parte de un coro en la escuela de monjas en la que iba y, bueno, ella sí cantaba mucho boleros y tangos”, destacó y también advirtió que, #en realidad era cantante, pero no se pudo realizar como tal, lamentablemente, por los mandatos sociales de ser esposa, madre y ama de casa”.

“No se pudo realizar, pero yo sé que era su sueño, era su sueño máximo salir por el mundo a cantar. Decía ella, cuando se enojaba: ‘Me voy a ir a cantar por el mundo’”, recordó la joven que formó parte de la presentación artística que inauguró “Ases de 3200”, la entrega anual de reconocimientos a los deportistas destacados del deporte local.
Un primer nacimiento de Sol en tanto cantante llegó, en definitiva, por ese vínculo afectivo – musical con la abuela materna. “Yo todo esto que estoy descubriendo, que mi vínculo con la música tiene que ver con ella, viene de una reflexión de muchos años porque, en el momento que ella estaba viva, no me daba cuenta”, aclaró y remarcó: “no me daba cuenta de lo importante que era la música para mí, era algo medio inconsciente”.
Las guitarras de la amiga
Un segundo momento llegó de la mano de una amiga, con la que cursó la secundaria en el Colegio Capuchinos de Concordia. “Cuando tenía 14 años, o quizás un poco menos, quería tener una guitarra, pero justo había sido la crisis del 2001 y nosotros estábamos muy mal económicamente y no tuve la suerte de tenerla”, marcó.

Sin embargo, en medio de ese vacio, sí tuvo la fortuna de tener una amiga, “una gran amiga que fue Pauli Elgart, que tenía guitarras (una eléctrica, una electroacústica y otra criolla), además tomaba clases de guitarra y era muy crack”, aseguró y continuó con los elogios: “tocaba superbién, cantaba hermoso. Así que bueno, yo cuando hice todo mi trabajo de feria de ciencias con ella, iba a la casa y ella me prestaba y enseñaba”.
La música popular que conoció en Rosario
La tercera etapa llegó cuando se radicó en Rosario, Santa Fe. Antes, hubo un tiempo donde realizó un intercambio en Alemania (durante 2006) y en la familia donde cumplía tareas como au pair (una joven que acompaña a los menores de la casa que la recibe por el tiempo que dura la estadía) la tenían “como la re cantora porque me escuchaban cantar, que yo andaba cantando, limpiaba la casa y cantaba, cuidaba a los nenes y cantaba, pero seguía todo en un plano muy inconsciente, muy de: ‘no, yo lo hago’”, aclaró.
Ya en Rosario, mientras estudiaba Antropología, se fue a vivir con una compañera de estudios y su hermana, ambas de Cañada de Rosquín, el pueblo del que era oriundo León Gieco. “La hermana de mi compañera de antropología se formaba en diversas artes”, recordó y destacó que fue la que la condujo a un taller de música popular. Así, de la música comercial que consumía, empezó a sumergirse en la folclórica.
Tuvo de maestro a Jorge Fandermole
“’Podés hacer las dos cosas sin dejar antropología’”, contó que le dijo Yamila (así se llamaba aquella joven). “Y bueno, fue lo que hice. Cuando voy a la escuela municipal el que estaba ahí a cargo de todo era Jorge Fandermole, que yo no lo conocía. Esto me da mucha vergüenza decir, pero la verdad es que no tenía mucho conocimiento musical”, admitió y agregó: “gracias a que no lo conocía, me animé a presentarme porque si no, no lo hubiese hecho”.

Se presentó, cerró los ojos, tocó una canción como pudo, llena de vergüenza en un audición ante la atenta escucha del autor de la inigualable “Oración del Remanso”, entre otras. “Algo habrán visto y algo les habrá gustado. Así que bueno, fueron 4 años de formación”, contó.
Aprendió lenguaje musical con el propio Fandermole, canto con Etel Hoffman y guitarra folclórica con Nadir dos Santos. “Fue un momento de crecimiento y expansión enorme porque compartía con un montón de músicos que todos venían con una trayectoria y unas búsquedas superinteresantes, algunos más del folclore, otros más del rock así que conocí un montón, aprendí muchísimo, muchísimo, muchísimo”, reiteró con alegría.
En el camino del 2 x 4
Para finalizar el relato de esa etapa rosarina, contó que empezó a cantar tango. “La última semana, por decirte, caí con un tango. En realidad, escuché a Ligia Piro, que es una cantante, hija de Susana Rinaldi”, relató y reveló: “en un recital en vivo se sube al escenario Susana Rinaldi, la mamá, y cantan ‘Desde el Alma´ y ‘Yuvo Verde”. Me enamoré de los dos temas y entonces al otro día fui a la escuela de música y llevé eso. A Fandermole le re gustó y me alentó mucho a seguir por el camino del tango”, valoró.
Fue en ese momento que dio el paso de ir a una audición de la orquesta escuela, una iniciativa de la Secretaría de Cultura de Rosario que cada dos años convoca a instrumentistas y vocalistas. “Todas las audiciones son situaciones muy estresantes porque llegas ahí y ves que están todas las recontra cantantes que ya conocés del ambiente y te apichonás, pero pasé la prueba, fuimos quedamos cuatro voces seleccionadas y fueron dos a la orquesta y dos al quinteto. Yo quedé con los del quinteto”, destacó.
Otra vez la fortuna estuvo de su lado, porque como coach vocal la tuvo a Noelia Moncada, “una brillante cantante de tango, que es rosarina, pero vive en Buenos Aires y viajando por Europa. Es un amor de persona. Así que fue un momento de mucho crecimiento”, destacó y mencionó en su formación también a Leonel Capitano y Verónica Marchetti.
A continuación, estuvo ese viaje a Ecuador para continuar con su actividad como antropóloga, aunque continuó vinculada a lo artístico: “con una amiga, que es de La Plata y que también estaba allá, armamos un ensamble vocal femenino”, recordó hasta que volvió a Rosario en 2022, que “fue un momento bastante duro esto de volver. Los vínculos viejos que ya no están”, marcó.
Alondra, “el primer proyecto propio”
Poco a poco, volvió a tender lazos con el ambiente musical de la ciudad que es su segundo hogar. “Volví a tomar clases de canto y de a poquito me fui volviendo a relacionar con los músicos y el año pasado, también con trabajo con terapia para llegar a un nivel de conciencia importante que es la música en mi vida, decidí armar mi propio grupo y ahí la convoqué a Camila Pérez en guitarra y a Micaela Sereneli para que toque el piano en lo que hoy es Alondra Tango Trío”.
Para explicar la formación que integra actualmente, describió: “somos tres mujeres, hacemos tango acá en Rosario, lo hacemos de una forma muy particular ya que nuestro repertorio es muy diverso y trata de romper con el estereotipo de lo que es el tango de esta cosa muy asociada a lo masculino, al machismo y demás”, precisó y amplió: “hacemos una revisión de repertorios que van por otro lado y que nos muestran otras cosas”.

Abasto Trío y el dúo de boleros que aún no tiene nombre
Alondra, en consecuencia, es como ella misma lo dice su primer proyecto, íntegro. “Siempre canté como invitada o estuve en formaciones, pero como proyecto propio es el primero”, ponderó y contó que también fue convocada por un bandoneonista de la ciudad, Pablo Gori. “Armamos Abasto Trío con Federico Capiglione. Y bueno, así fueron surgiendo distintas cosas”.
Así, al presente, Sol está con ambos proyectos y también en un dúo de boleros con Lucas Ramírez, “pero venimos bastante a full”, avisó y mostró algunos aspectos más de lo que viene: “el proyecto de boleros es sobre las formas del amor porque las letras son muy románticas, la mayoría de ellas”.

“Entonces, lo que hacemos es cuestionar un poco esta idea que hay del amor líquido, como el amor en la actualidad, en los tiempos actuales, cuestionarla en tanto que una forma del amor completamente diferente a una forma que, en teoría y supuestamente, existía antes que era más sólida, más estable”, amplió.
Además, en 2024 audicionó nuevamente para formar parte de las voces de la orquesta escuela. “Empezamos este año muy contenta y acá es donde se nota más claramente el legado de mi abuela”, cerró ese círculo que empezó a trazar en el inicio de este diálogo. “Por la música que yo elijo cantar, la forma que elijo cantar, formarme con técnica y disfrutarlo sobre todo y también muy contenta de poder realizarme hoy”, afirmó.
“Nosotros lo que buscamos es romper un poco con esa idea y tejer puentes en realidad, pero bueno, es más largo de explicar y ahí viene todo el antropológico”, marcó.
En ese sentido, también es clara a la hora de hablar de influencias. “No voy por el camino de la música comercial, o sea para nada voy por la música que escuchaba cuando era adolescente”, aclaró y empezó a mencionar, antes que nada, a Luna Monti, “mi principal influencia” en la música folclórica.
Del tango, eligió a Noelia Moncada, Roberto Goyeneche, del que dijo: “sus fraseos, su forma de decir el tango me atraviesan totalmente y es por ahí mi búsqueda”. Marcó, que también escucha mucho jazz y también le gusta cantarlo, al igual que el Bossa Nova.
Mis influencias son autores clásicos del cancionero popular. De Folklore: Atahualpa Yupanqui, Cuchi Leguizamon, Ariel Ramirez, Armando Tejada Gomez, Chacho Müller, Jaime Davalos, Eduerdo Falu, Raul Carnota; del tango: Anibal Triolo, Juan D’Arienzo, Horacio Salgan, Anibal Arias, Mariano Mores, Osmar Maderna, Joaquin Mora, Hector Stamponi; letristas: Homero Manzi, Virgilio y Homero Exposito, Jose Maria Contursi y cantantes de todos los géneros populares como el mencionado “Polaco” Goyeneche, Floreal Ruiz, Mercedes Sosa, Nelly Omar, Nina Miranda, Eydie Gormé, Elis Regina; y también los actuales: Noelia Moncada, Lorena Astudillo, Luna Monti, Roberta Sa, Paula Morelmbaum”, destacó y cerró diciendo: “por supuesto, amo a Charly García, Spinetta y Fito”.
El estudio de las ruralidades latinoamericanas
La convivencia entre su vocación artística y el estudio de la carrera universitaria que hoy se convirtió en su fuente de ingresos está desde el primer momento. “Nunca dejé ni una cosa ni la otra, siempre estoy en las dos”, aseguró.
“La antropología es mi fuente de ingresos. Entonces, es como mi profesión principal, no por ello es más importante”, explicó la concordiense que actualmente está haciendo su doctorado para la que le quedan dos materias para finalizarlo. Previamente, hizo una maestría en Ecuador.
En ese campo, sus temas de interés “siempre tuvieron que ver con la ruralidad, las ruralidades, así que siempre estudié contextos rurales en Latinoamérica”, enfatizó y dijo que la profesión y la vocación “se alimentan, una cosa con la otra. La verdad es que recién me estoy dando cuenta de una forma, a ver, cómo me siento a escribir proyectos de música y me doy cuenta que tengo un montón de herramientas para pensar que, por ahí y tal vez, un músico no las tiene porque no tiene toda la formación antropológica que uno tiene y está buenísimo”.
En definitiva, reconoció “tengo varios proyectos en el tintero porque soy muy inquieta, apasionada y toda mi energía la hago circular, siempre estoy produciendo, si tengo tiempo libre, entre comillas, me pongo a hacer un proyecto, a tocar la guitarra, a cantar un tema y aprendérmelo. Y así voy sacando un montón de cosas adelante”, destacó.
“En lo que me ayuda la música para ser antropóloga es en poder estar, salirme de lo escolástico que es la academia”, comentó al ser consultada al respecto. “Es muy duro, es muy difícil, es muy exigente. Poder realmente habitar esos dos mundos a mí me permite esquivar la locura, la verdad, mantener bien, alegre, contenta, vital”, enseñó con claridad meridiana.
Y agregó: “permite que el trabajo académico, toda la parte más creativa de lo académico, se suelte un poco”, valoró a modo de tender puente entre sus dos mundos, entre su ser intelectual y ese pasional que lleva en la sangre aquello que fue recibiendo por años de su abuela, que creció con las guitarras de su amiga, fue asomando en Alemania, aprendiendo y madurando en Rosario, que hizo experiencia en Ecuador y que hoy da sus frutos nuevamente en Argentina.