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ADN 3200

Un lugar para el encuentro del deporte

En Finca Fénix renace la tradición entrerriana. En 3200, su apoyo a Lucas Miño y el desafío de producir vinos 329.

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Un viejo apeadero de ferrocarril y una finca donde renace una tradición entrerriana. Entre viñedos, en el corazón productivo de La Criolla, la historia y el presente con vinos 329 de calidad premium fueron testigos de los sueños y desafíos de Lucas y Brandon Miño. 

Visibilizar el deporte

El deporte, en este caso representado por estos dos jóvenes hermanos (uno dedicado al lanzamiento de disco y el otro al rugby) se entrelazó con el trabajo de tres generaciones de productores. La historia del viñedo, los desafíos que enfrenta y el deseo de ser un punto de referencia para el encuentro fue contado por Flavia Rigoni.

“Contenta de recibirlos ya que le dan tanta visibilidad al deporte y también a los jóvenes, a los a los adolescentes, que me parece muy importante que puedan ver las posibilidades, el beneficio, que tiene hacer deporte”, dijo inicialmente para “3200, el código del deporte”.

Abriendo el juego a la vitivinicultura

Desde la Finca Fénix, ubicada en Colonia San Bonifacio, recordó que con su familia se iniciaron en la actividad vitivinícola en 2013. Previamente, los Rigoni poseen una extensa tradición en la producción de viveros de citrus, “ya en la tercera generación”, dijo orgullosa. 

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“En 2013, abrimos el juego a otra actividad y así fue que se plantaron las 3 hectáreas de viñas que podés ver acá alrededor nuestro y, en 2020, comenzamos con la primera añada de nuestro vino 329”, destacó y amplió: “nació en plena pandemia con un montón de desafíos porque la verdad es que, como siempre cuento en las visitas, la pandemia fue un quiebre para muchos y para nosotros fue un desafío producir nuestro propio vino”. 

El vino 329, como punto de encuentro

El vino tiene una denominación particular y una elaboración que permite un producto final de calidad, que los que asistieron a “Ases de 3200” en la edición 2024, realizada en Folmer Renault, tuvieron la suerte de degustar. “329 es el número del apeadero, de la parada de trenes. Es como si fuera una garita”, precisó.

Actualmente, producen uvas con los que se elaboran los vinos tintos Marselan, Merlot y Tannat; el Espumante (elaborado mediante el uso del método tradicional con Moscatel de Alejandría y Chardonnay) y el 329 Blend de blanc (un blend de Moscatel de Alejandría y Chardonnay).

“Cuando el ferrocarril funcionaba, en ese apeadero se reunían la gente de la zona de la Colonia porque era el punto de encuentro y también era un punto de referencia porque la gente decía: ‘Bueno, yo vivo del 329 a una legua para el norte’”, mencionó a modo de ejemplo e indicó que “enfrente del 329 había un almacén que se está recuperando también con sus descendientes. Entonces, era un punto de referencia”, reiteró.

Y explicó, a continuación, que “así nosotros también con nuestro vino queremos que, cuando la gente hable de un vino entrerriano, pueda referirse al 329 también, tanto por sus características, su calidad y en cuanto a lo que digo de punto de encuentro”. 

Relató, para el último ADN producido íntegramente por equipo periodístico de “3200, el código del deporte” (disponible en nuestro canal de Youtube: @3200deportes), que “acá cerca había una fábrica de jugos, la de Larraz, y venía mucha gente de la zona de Federal a trabajar y bajaban en el apeadero y subían, el fin de semana, para volver a sus casas. Entonces, así también queremos que el vino 329 sea una excusa, un punto de encuentro para un montón de cosas”.

En La Criolla renace una tradición

Ante la consulta de tres características del vino que producen, Flavia relató: “posee un nombre que hace referencia a nuestro lugar; es un vino que siempre tiende a la excelencia desde el inicio (empezamos a contratar a profesionales del sector, ingenieros agrónomos, enólogos que nos puedan asesorar, tanto desde la viña hasta la parte de imagen estética) y es un vino que nos acompaña en un camino de superación y de esfuerzo”, respondió y enfatizó que “eso también se refleja en el nombre que hemos elegido para la finca: Fénix”.

Con las vides de fondo, en un impasse entre las visitas guiadas que propone para distintas épocas del año, desde el emprendimiento destacaron que la vitivinicultura está vinculada a la historia productiva misma de Entre Ríos. “Acá se producían vinos y uvas, durante años, hasta que luego fue prohibida, se quemaron muchos viñedos y se tiraron un montón de litros de vinos al suelo”.

Recién en la década del 90, comienza de nuevo la actividad. Es un verdadero renacer de la vitivinicultura entrerriana. “Creemos que nuestro vino intenta, al menos, reflejar ese renacimiento”, afirmó la responsable de un 329 que ha recibido premios internacionales en concursos de Perú, Mendoza y San Juan.