Columnas
¿Podremos “andar sin pensamiento” como cantó Goyeneche?


Enrique Macaya Marquez tiene 88 años. Con el de Qatar, son 17 mundiales los que ha estado haciendo la cobertura periodística. Récord absoluto para la prensa internacional. Argentino tenía que ser. Causalidad y casualidad.
Su intrépida vocación lo llevó, con apenas 23 años, a su primer mundial allá por Suecia en 1958 donde el mundo descubrió el talento de un jovencísimo Edson Arantes Do Nascimento. Nació la leyenda Pelé y don Macaya estuvo ahí. Perseverante no paró de ir a ninguna cita mundialista. Hasta aquí lo que uno hace y el resultado que obtiene. Causa y efecto.
La salud que le ha permitido estar, cada 4 años, en citas tan disímiles como México 70, Japón – Corea 2006, Alemania 74 o Rusia en 2018, pasando por Estados Unidos, Francia y Chile, es digna de admiración. Habrá mucho de fortuito en eso, casualidades que se confabularon a su favor, personas que confiaron en él y una familia que lo acompañó.


Digno de admiración es el periodista que fue reconocido por la FIFA por ese récord. Mis respetos para su persona y por esa salud inquebrantable para estar en el lejano oriente, esta vez. En él pensé cuando rompí en llantos tras el penal convertido por Lautaro Martínez. ¿Cómo se sobrelleva un partido sin sufrir? ¿De qué manera equilibrar la euforia ilimitada con la racionalidad? ¿En qué resquicio mental hay lugar para la templanza después de más de 130 minutos de partido y otros 10 de penales? ¿Qué debe hacerse? ¿Llegaremos a presenciar, al menos desde una pantalla, tantos mundiales como él desde un palco de prensa?
“Primero hay que saber sufrir, después amar…” , dice el tango de Roberto Goyeneche que al final sugiere “andar sin pensamiento”. Dejar de pensar en que si entra la pelota pasa tal cosa, si no hubiera sido falta no habrían tirado tal centro, que si el tiro de Enzo entraba en lugar de pegar en el palo o si hubiéramos seguido atacando cuando íbamos 2-0 hubiera sido mejor plan. Imaginar un sinfín de escenarios hipotéticos no va más (con tono de crupier en ruleta de casino).
El partido durará lo que deba durar. Las múltiples ventanas que puede abrir un entrenador para hacer cambios (3 en el tiempo regular más otras 3 en el suplementario) permiten mantener piernas frescas siempre. No hay excusas. Tampoco las hay en los penales. No es una lotería, sino un juego mental donde el de más fortaleza tiene un plus. Dibu Martínez es un rey en ese ajedrez de la definición desde los 11 pasos.


El director del diario deportivo As, Alfredo Relaño, escribió hace unos días: “En las tandas tiene ventaja el que tira primero y el que más contento está de haber llegado a ellas”, para explicar por qué Marruecos tuvo “su noche” ante España en ese recordado partido de octavos.
Argentina no fue ni la primera en patear ni la que más contenta estuvo de llegar allí. Pero ganó, siendo la excepción a lo que es casi una regla como bien escribió el periodista español. Ganó por el arquero, claro, y porque los ejecutantes estuvieron finos (el mejor siempre primero, no como Brasil donde insólitamente Neymar esperó y no llegó a patear porque ya sabemos que quedaron afuera en el penal 4). Pero también porque los dirigidos por Scaloni siguen enfocados en que el camino es más largo.
Hay errores (algún rechazo por demás o una desatención como el primer gol naranja), hay algunas mermas físicas (con De Paul jugando menos de 70 minutos y con Di María jugando apenas un puñado), una baja de intensidad ofensiva cuando se pone en ventaja (también el rival juega, ojo) pero hay un norte claro. Hay un equipo que rodea y potencia a Messi, que sigue jugando en nivel pletórico. Hay ilusión. A seguir cultivándola, como la templanza del respetado Macaya Marquez.

