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Atletismo

Kilómetros de lealtad

Correr con tu perro no solo mejora el bienestar físico y mental, sino que también fortalece un lazo único basado en la lealtad, la compañía y el amor incondicional.

Ayelen Saucedo

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Cada vez es más común querer compartir el día a día con ese compañero incondicional que es el perro. Para muchos, no es solo una mascota, sino un miembro más de la familia: participa en vacaciones, reuniones, cenas y celebraciones, y está siempre presente en cada momento importante.

En línea con esta tendencia, el running tampoco se quedó atrás. El deporte con mayor crecimiento en la última década también encontró la forma de integrar a los perros en su rutina, convirtiéndolos así en compañeros ideales de entrenamiento. Ya sea en un trote suave o en una sesión intensa, en esos pasos sincronizados hay mucho más que ejercicio: hay vínculo, hay lealtad, hay motivación. Aquí un breve informe desde 3200, el código del deporte.

Un vínculo profundo

Correr con un perro se ha transformado en un fenómeno silencioso pero poderoso. No se trata únicamente de una moda, sino de una forma de conexión que transforma tanto a la persona como al animal. De hecho, a veces, quien verdaderamente saca a correr al corredor es el perro. Se  ha demostrado que compartir actividad física con mascotas no solo mejora el estado físico de ambos, sino que también reduce los niveles de estrés, aumenta la felicidad y fortalece el vínculo entre dueño y animal.

Rasta, el perro runner que inspiró a toda una ciudad

Entre las historias más emotivas de este vínculo destaca la de Rastas, el perro runner de Concordia. Se hizo famoso en 2016 cuando corrió los 10 kilómetros de la Maratón Internacional de Reyes en 50 minutos, ante miles de personas. Vivía en la zona de la costanera y pasaba sus días en el Polideportivo, donde esperaba a los atletas para entrenar con ellos.

Después de esa maratón, Luis Acosta, quien lo había filmado, lo buscó, lo cuidó y finalmente lo adoptó. Juntos participaron en muchas competencias, incluso de aventura, donde Rastas corría con su propia pechera, dorsal y chip, figurando en las clasificaciones como un verdadero atleta.

En 2020, los problemas de salud lo alejaron de las carreras, pero vivió feliz con su familia hasta sus últimos días. Su historia es un ejemplo perfecto de lo que significa este lazo: amor, lealtad y kilómetros compartidos que quedan grabados para siempre en el corazón.

La historia de Gisela y Chía

Gisela Dittrich de Lomas de Zamora, decidió dejar de correr sola cuando apareció Chía, su perra braco húngaro y compañera inseparable. Juntas se dedicaron al canicross, una disciplina donde humano y perro corren unidos por una correa semi-elástica, y lograron representar a la Argentina en competencias internacionales.

Antes de Chía, Gisela corría de manera recreativa con Zulu, la perra de la familia, pero fue con su nueva compañera cuando tomó el deporte de forma profesional. Recordó con emoción su debut como binomio en Córdoba, donde obtuvieron el segundo puesto y comenzaron a destacarse en la disciplina.

Para Gisela, se convirtió en un estilo de vida. “No lo hacés por vos, lo hacés por el equipo. Es la fusión perfecta de vínculo, potencia, concentración y corazón. Somos una sola corriendo”, decía sobre ese lazo único con su compañera de cuatro patas.

Jack, el compañero ideal de aventuras

Jack es un perro hiperactivo y lleno de energía, y correr se convirtió en su actividad favorita. Casi todos los días sale a entrenar, disfrutando juntos de cada kilómetro recorrido.

Su entusiasmo los llevó a animarse a participar en un cross aventura, una experiencia perfecta para canalizar esa vitalidad. Para Jack no hay nada mejor que correr: es su manera de jugar, de explorar y de compartir tiempo con su mejor amiga. Y para su compañera humana, no hay motivación más grande que verlo feliz, moviéndose con esa alegría contagiosa que solo un perro puede transmitir.

Juan y Bauti: una amistad que corre aventuras

Otro gran compañero de aventuras fue Bauti, inseparable amigo de Juan. Juntos han corrido muchas carreras de aventura, compartiendo esfuerzos, risas y esa complicidad que solo nace en medio de los desafíos.

Bauti, con su buena energía y entusiasmo, se ha ganado el cariño de todos los que los acompañaban  en cada competencia. Muchos los recuerdan por esa imagen que se repite en cada llegada: dos amigos cruzando la meta juntos, demostrando que el verdadero premio está en disfrutar el camino y en la amistad que los une.

Así, en este pacto entre patas y piernas, nacen historias que se escriben en kilómetros recorridos. Rasta, Chía, Bauti y Jack son solo algunos ejemplos de cientos de perros que, con cada zancada, demuestran lo mismo: que correr juntos es mucho más que hacer deporte; es compartir amor puro, lealtad y momentos que quedan grabados para siempre. Porque cuando se corre con un perro, no hay meta más valiosa que esa mirada que te acompaña sin condiciones.

El mejor amigo humano

Como las historias de Rasta, Chía, Bauti y Jack, hay muchas otras que nacen cada día en parques, calles y senderos de todo el país. Perros y humanos que se encuentran en el movimiento, que fortalecen su vínculo paso a paso y que demuestran que correr juntos no es solo una forma de hacer ejercicio, sino una forma de estar, de acompañarse y de construir recuerdos imborrables. En este cruce entre deporte y amor incondicional, el running se transforma en una experiencia compartida que deja huella en el cuerpo, en el corazón y en cada kilómetro recorrido.