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Rugby

Un rugby que libera

Matías Izaguirre lidera un proyecto en una cárcel que combina deporte, espiritualidad y valores.

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Por dentro de los muros de una unidad penitenciaria también se puede jugar en equipo, formar comunidad y construir esperanza. Desde hace varios meses, el veterinario paranaense Matías Izaguirre lidera en una cárcel un proyecto que va mucho más allá del deporte. A través del rugby, impulsa un proceso de transformación profunda en internos privados de su libertad, bajo los pilares del respeto, la fe, la educación y la contención.

Los Legionarios.

“La idea nació cuando empecé a ir a la Unidad Penitenciaria 41 de Campana con la Sociedad San Juan y conocí el trabajo de la Fundación Espartanos. Me conmovió ver que, a través del rugby, se lograban reducir significativamente los niveles de reincidencia. Pero no se trataba solo de un deporte: había un enfoque completo, con espiritualidad, educación y oportunidades laborales”, cuenta Matías, de 51 años, en la entrevista que tuvo con 3200, el código del deporte

Unidad Penitenciaria 41 de Campana.

Desde aquel primer impacto, su camino tomó un rumbo claro. Formó un equipo dentro del penal, llamado Legionarios, y comenzó a entrenarlos cada semana. Lo hizo junto a un grupo de voluntarios, con entrega, humildad y fe. “Esa primera vez fue fuerte. Sentí una mezcla de incertidumbre, nervios y también miedo. Pero en cuanto empezamos a hablar con ellos, el clima cambió. Nos recibieron con una calidez inesperada”, recordó. 

Los Legionarios.

Rugby, valores y libertad

Cada entrenamiento se convierte en un espacio de crecimiento mutuo. Son dos horas que combinan técnica, juego, reflexión y espiritualidad. Al final, siempre hacen una ronda donde cada uno dice qué sintió ese día. “Nunca me olvido de un día en que Kevin (un preso), cuando le tocó hablar, dijo simplemente: Libertad. Esa palabra, dicha en ese lugar, con barrotes y rejas alrededor, fue un golpe directo al corazón. Entendí que, por un rato, a través del rugby, él se sintió libre. Y eso vale todo”, relató en la entrevista. 

Cabe señalar que los Legionarios ya tuvieron su primer partido con un equipo de afuera. Los invitados fueron Los Vizcachones, equipo de Concordia. Matías los convocó sin dudar, y del otro lado tampoco dieron vueltas: “En menos de 24 horas, se habían anotado 40 jugadores. Ninguno había estado antes en una cárcel, y sin embargo se animaron. Unos fenómenos”, dijo Matías con orgullo.

“Se les iluminó la cara”

En este marco, Joaquín Ortíz, uno de los jugadores visitantes, vivió la jornada con enorme emoción: “La experiencia fue increíble. Más allá del motivo por el que estén presos —algunos con perpetua—, lo que más nos impactó fue la alegría en sus caras cuando llegamos. Estaban en su cancha, rodeados de policías, y al vernos, se les iluminó la cara”.

Los Vizcachones no solo jugaron al deporte de la “guinda”: llevaron ropa de entrenamiento, una pelota y, sobre todo, compartieron tiempo. “El agradecimiento fue constante. Nosotros volvíamos a casa en libertad, y ellos se quedaban ahí. Eso nos pegó. Pero fue una experiencia muy positiva, que nos hizo ver otras realidades”, contó Joaquín más conocido como el “Hormiga”. 

Legionarios junto a Los Vizcachones.

Este encuentro no será el último. El proyecto sigue creciendo. Matías adelantó que están trabajando para replicar la experiencia en otras unidades, y que ya cuentan con el aval de la fundación y casi la aprobación del Ministerio de Seguridad. El plan incluye prácticas deportivas y espacios espirituales, como ya sucede en la unidad: “Ellos entrenan los miércoles y los viernes rezan el rosario y comparten un rato”, explicó.

Más que un deporte, una oportunidad

Al final la nota, Matías reafirma su convicción que en cada paso el deporte, por sí solo, no es suficiente. Pero puede ser la puerta de entrada a un camino más amplio: “La verdadera reinserción se da cuando también hay educación, espiritualidad y trabajo. El deporte es un punto de partida”.

Vizcachones.

Y finalmente para cerrar concluye diciendo: “Entrenar rugby en una cárcel es mucho más que enseñar a pasar o tacklear. Es sembrar esperanza. Es mirar a los ojos a alguien que se equivocó y decirle: Sí, vos podés. Y cuando eso pasa, cuando ves que lo creen, entonces todo tiene sentido” y agregó “Porque nadie se salva solo. Y cuando la vida se juega en equipo, como en el rugby, lo lejano empieza a parecer posible”.