Miércoles curioso
El último round de José María Gatica
Hace 62 años, Argentina despedía al “Ídolo del pueblo” que peleó con el corazón.
El 10 de noviembre, Independiente le ganó a River por 2 a 0 con goles de Mario Rodríguez. Y, mientras la multitud de ambas hinchadas le ponía sonido a Avellaneda, el Mono, algo mareado por el vino compartido en la tribuna, intentó bajar del colectivo de la línea 295 con la marcha en disminución. Su pierna derecha deteriorada le falló y cayó a la calzada, las ruedas de atrás del interno 16, conducido por Antonio Cirigliano, pasaron por encima de su cuerpo. Fue en la calle Herrera, esquina Pedro de Luján.
Dos días después, con 38 años, falleció en el Hospital Rawson. Sus restos fueron llevados desde la Federación Argentina de Box hasta el Cementerio de Avellaneda y la multitud lo acompañó durante siete horas.

¿Quién fue “El Mono”?
Venía de una familia de clase social baja. Desde los siete años trabajaba lustrando zapatos y vendiendo diarios en Plaza Constitución, es decir, durante todo el día. También limpiaba los baños y el piso de una lechería de “La Martona” en Avellaneda, a cambio de que el dueño le permitiera guardar su cajón de lustrar. No era el único niño que salía a ayudar para llevar comida a la casa, en esa época Argentina transcurría la Década Infame, por lo que más de un chico vivía en las mismas condiciones.
Siempre se defendía a las trompadas ante cualquier intento de desplazamiento de alguien mayor que él que quisiera quedarse con su banco de la plaza para lustrar o su esquina para vocear: “¡Crítica, Noticias Gráficas, La Razón…!”.
Hasta una peluquería de San Telmo había llegado la versión de que un joven se peleaba con cualquiera hasta ponerlos nocaut. El dueño de esta, Lázaro Koczi, sedujo a Gatica para llevarlo a Casa Stella Maris, lugar al que recurrían marineros extranjeros y pagaban 20 pesos al que peleaba en un ring con guantes y reglas del boxeo. José María se cansó de poner nocaut a enormes marineros, y logró llevarse a su casa 60 pesos en un día.

El Luna Park lo consagró ídolo del boxeo argentino en la mitad de los 40`. Fue sucesor del “Torito de Mataderos”, Justo Suárez, y el predecesor del “Intocable” Nicolino Locche. Además, había un componente que lo marcaría aún más: su fanatismo por María Eva Duarte y Juan Domingo Perón.
Tras cada triunfo, el presidente se acercaba hacia el ring para estrechar la mano. “General, dos potencias se saludan”, fue la mítica frase de Leonardo Favio en su película “Gatica, el Mono”.
Antes de los años 50, el boxeador ya era sinónimo de peronismo. Recibía permisos y regalos, hasta una casa, por parte de las figuras estatales.
Su clásico rival fue Alfredo Prada, con quien marcó la historia del boxeo argentino y del Luna Park ya que nunca será igualado este enfrentamiento y porque en una ocasión Prada le fracturó la mandíbula al Mono. Sin embargo, siguió peleando tres asaltos creyendo que era una muela.
El General le encargó a Nicolás Preziosa, mánager de Gatica, que hiciera gestiones con el Madison Square Garden para que peleara allí y, si fuera posible, por el campeonato del mundo. Pero fue imposible mantenerlo al deportista, desaparecía del Waldorf Astoria y lo encontraban en bailes, lo cual generó una gran decepción en Perón.
Mientras que la pelea frente al campeón mundial Ike Williams le costó al gobierno alrededor de 300.000 dólares, y Gatica la perdió en el primer asalto.

De la fama al abandono
Tras la caída de Perón, lo proscribieron. La policía fue a detenerlo en Bahía Blanca mientras hacía su último combate frente a Jesús Andreoli en el 56`.
Todos lo abandonaron, desde sus amigos hasta sus aficionados, mujeres y las cosas materiales que solía tener. De nuevo en la miseria, se rebuscaba la vida al vender muñecos en la tribuna de Independiente los días de partido.
Y así fue como el 10 de noviembre sufrió un accidente que acabó con él días después. Desde el 25 de mayo de 2013 descansa en Villa Mercedes, San Luis, por voluntad de su hija María Eva.









