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Ironman

Avanzar sin limite

Así se resume la historia de Alejandro Barla que convirtió el Ironman Cozumel 2025 en una lección de vida, resistencia y amor por el deporte.

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En la isla que late al ritmo del deporte, Cozumel volvió a escribir una página épica. El pasado 23 de noviembre, en el marco del 17° Ironman full, más de 2.071 triatletas de 81 países se lanzaron al desafío que combina natación 3.800 metros, ciclismo 180 km y pedestrismo 42 km. Entre ellos estaba Alejandro Barla de 57 años, que viajó con una certeza íntima que fue que esta competencia no era solo era una carrera sino era una búsqueda personal.

Desde 3200, el código del deporte, conversamos con él después de colgarse una medalla que pesa más por su significado que por su metal. Lo que cuenta no es solo una experiencia deportiva, sino que es una declaración de vida.

 “Todo es posible si te lo proponés”

Cozumel se vistió de fiesta. Con atletas provenientes de México, Estados Unidos, Alemania, Brasil, Argentina, Francia, Italia, Islandia y tantos otros lugares, la isla se convirtió, una vez más, en capital emocional del triatlón latinoamericano. En ese escenario multicultural, Alejandro se encontró cumpliendo un anhelo profundo.

“Poder lograr completar un Ironman es una satisfacción inexplicable que solo se vive desde la pasión por este deporte”, expresó. Y no tarda en agregar lo que para él es casi un credo: “Te hace sentir que todo es posible si te lo proponés”, afirmó.

Pero detrás de esa frase hay meses de disciplina extrema. Barla entrenó con la meticulosidad de quien sabe que los sueños se construyen en silencio: “Los últimos 3 meses nadando 12.000 metros por semana, 350 km de ciclismo por semana y 70 km de pedestrismo semanales. Sin dejar atrás lo físico”, explicó.

El día en que la isla puso a prueba el alma

La carrera fue dura, clásica de Cozumel, donde el viento se vuelve juez, la lluvia irrumpe sin pedir permiso y el calor es un rival más. Alejandro lo sabe: “El viento, la lluvia, el calor… todos los factores naturales no se pueden manejar. Solo podés manejar la actitud frente a lo que aparezca”, manifestó.

En ese instante, la esencia del Ironman aparece con claridad ya que no gana el cuerpo, gana la cabeza. “Nunca pensé en abandonar la prueba, pero de los que he corrido, ya van ocho, el pedestrismo es el momento más crítico”.

Sin embargo, encontró dos aliados: la confianza y el disfrute. “Natación y ciclismo fueron muy confiables para mí y se disfrutó mucho”, relató. Eso, hasta que la humedad, implacable, empezó a tallar en el trote, donde cada paso se transformó en un pulso de resistencia mental. “El primer objetivo era cruzar la meta y colgarme la medalla de finisher (cumplido). El segunda era lograr la plaza para el mundial en Kona que quedó pendiente”, contó.

El sostén invisible: familia, entrenadores y la trama emocional

Si algo repite Alejandro es que nadie hace un Ironman solo. “El apoyo de la familia es la clave para entrenar contento, pensando que no estás solo”, sostuvo. Sus palabras se cargan de una ternura que contrasta con la dureza del deporte: “Ellos están pendientes de cómo te sentís, si estás contento… se preocupan cuando no salen las cosas”.

A la par, reconoce el rol fundamental de sus entrenadores: “Se preocupan tanto como tu familia. Están pendientes de los entrenamientos para cuidar de posibles lesiones, preguntándote cómo venís, si te sentís bien… son eslabones que tienen que estar en sintonía”.

Su Ironman no empezó en Cozumel, sino mucho antes, en cada día bueno y en cada día malo, en cada entrenamiento y en cada duda vencida. Y esa es, para él, la verdadera enseñanza de este deporte que lo acompaña desde hace décadas: “Todos los Ironman son una experiencia y dejan enseñanza. Te ponen a prueba en cómo enfrentás las cosas día a día… el crecimiento personal de cómo enfrentar problemas y alegrías”.

El Ironman como espejo

Alejandro Barla volvió de Cozumel con una medalla, sí, pero también con algo más valioso que es la certeza de que el esfuerzo es una forma de verdad. En su historia hay kilómetros, sudor y adversidades, pero sobre todo hay humanidad. Su competencia es una metáfora clara de avanzar, aun cuando duela; persistir, aun cuando el viento no afloje; confiar, aun cuando la meta parezca lejos.