Fútbol
El potrero: Un gran maestro para mí
“En la vida hay que gambetear muchos obstáculos para llegar al arco”, reflexionó Walter Ralli Schefer.
A veces sueño con mi pequeño potrero, aquel baldío pelado que supo contenerme horas y horas en mi infancia.
En él aprendí, sin mediar palabra alguna, que en la vida hay que gambetear muchos obstáculos para llegar al arco.
Aprendí que sin esfuerzo y sacrificio no podés permanecer mucho tiempo en la cancha.
Aprendí que a veces hay que aguantar patadas, empujones y caídas, pero que hay que levantarse y seguir.
Aprendí el coraje y la pasión por involucrarte en el partido y ser de ayuda a tu equipo.
Aprendí que ni el calor, ni la lluvia, ni el estado del campo es impedimento para salir a la cancha y jugar nuestro partido.
Aprendí a meter cuerpo, mente, espíritu, corazón, garra e involucrarme con mi vida en cada jugada.
Aprendí a no dar nada por perdido hasta que suene el pitazo final. A correr cada pelota como si fuera la última.
Aprendí que la improvisación a veces ayuda, pero la estrategia y las jugadas ensayadas también.
Aprendí que el entrenamiento es parte fundamental para sacar brillo al talento.
Aprendí que los árbitros a veces se equivocan y que en la cancha la justicia no es perfecta.
Aprendí a valorar mi hinchada que esperaba disfrutar de mis triunfos, pero también aprendí que había otros que esperaban con ansias mis derrotas.
Aprendí a ser dirigido por un técnico y a respetarlo incluso cuando no estaba de acuerdo con él.
Aprendí a ganar, a perder y también a empatar.
Aprendí a recibir advertencias, alguna que otra roja y fechas de suspensión.
Aprendía a administrar los ritmos, y marcar los tiempos.
Aprendí a dar pases cuando ya no puedo seguir yo solo.
Aprendí que a veces tengo que estar en el banco porque hay alguien en mejor estado que yo, pero que aun así sigo siendo parte del equipo, y que sus triunfos y derrotas también son las mías.
Aprendí a tirar centros para que otros sean los que cabeceen y hagan los goles.
Aprendí que hay distintas posiciones de juego y que todas son necesarias.
Aprendí que hay que cubrir todas las áreas de la cancha y marcar de cerca y también en zona.
Aprendí que mis individualidades sólo sirven si se ponen al servicio de todo el equipo.
Gracias a mi pequeño potrero por darme la oportunidad de aprender tanto de la vida. Gracias a todos mis compañeros que jugaron en mi equipo y en el contrario, por darme tantas lecciones de vida.
Gracias viejito, por meterme en el fútbol.
Walter Ralli Schefer
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